¿Qué motiva a una persona a practicar deporte?, ¿qué le lleva
a sacrificar su tiempo libre, exponerse a una lesión o accidente por la
práctica de dicho deporte?, ¿qué le aporta la práctica deportiva?
Respuestas como la ambición, superarse a sí mismo, un
instinto, un impulso, satisfacer alguna necesidad… todas estas respuestas la
Psicología del deporte las agrupa bajo un concepto más general: motivación.
¿Qué es la motivación?
La podríamos definir como un estado interno que activa,
dirige y mantiene la conducta. La palabra motivación deriva del latín motivus o
motus, que significa “causa del movimiento”. Contestada una pregunta, se
generan más preguntas: ¿qué o cómo se genera ese “estado interno”? El responder
esa cuestión, saber con certeza cuál es el origen de ese estado interno, de esa
causa, es donde la psicología en general y la deportiva en particular pone todo
sus esfuerzos para encontrar respuestas, pues la motivación se considera un
aspecto de vital importancia para las personas, sin motivación no hay vida
posible, debe existir un motivo por el que valga la pena seguir viviendo.
Volviendo al deporte, son muchas las doctrinas que intentan
dar su opinión sobre lo que es la motivación para la práctica deportiva. El
deporte, como actividad humana que es, comporta una gran complejidad. Pero cada
orientación psicológica, recoge una porción o parcela de esa realidad compleja
y la estudia y analiza para extraer unas conclusiones, pero no hemos de olvidar
que son conclusiones parciales, ya que actúan sobre una parte y no la totalidad
de esa compleja realidad.
Si nos centramos en la teoría de la motivación formulada por
A. Maslow, en 1958, podemos advertir diferentes categorizaciones de las
necesidades de las personas, empezando por las más básicas (fisiológicas) y
finalizando por las de más alto nivel: la autorrealización.
Respecto a las necesidades fisiológicas están referidas a la
comida, bebida, al abrigo, sueño, sexuales y otras necesidades de naturaleza
corporal. Una vez cubiertas esas necesidades, se generan unas nuevas necesidades
de seguridad para protegerse de las agresiones tanto físicas como
emocionales. Éstas cubiertas, aparece las necesidades de pertenencia y
cariño y es la primera que se manifiesta como necesidad de naturaleza
social ya que incluyen al otro como semejante, como reflejo de uno mismo y necesario.
Entroncaría con la necesidad de forma parte de un grupo o de pertenecer a otro
o a alguien más.
El siguiente nivel lo conforma la necesidad de estima o de
reconocimiento que se basa en el supuesto de que todos tenemos necesidad de ser
respetados y reconocidos por los demás que darán lugar a la auto-estima y a la
necesidad de ser estimados por los demás. Finalmente, la necesidad de
autorrealización, que es un proceso en el que la persona se ve realizando con
su vida aquello que siempre había soñado y deseado. En este nivel, el
auto-concepto es un factor fundamental. Se podría decir que a este nivel de autorrealización
sería el nivel al que todo ser humano aspira.
Según Maslow, las necesidades se van completando de forma
progresiva y jerarquizada, por lo tanto, hasta que no se cumplimenta un nivel
no se puede acceder al siguiente, ya que no se detectan necesidades a cubrir de
orden superior hasta tener las inferiores cubiertas. Estos diferentes niveles
se integran y complementan unos con otros.
“Una necesidad satisfecha no sirve para motivar una
conducta. Y esto es obvio, ya que para que se produzca una conducta de
motivación, alguna necesidad (insatisfecha) debe estar actuando como
sustrato”.(Maslow, 1958)
Observando esta jerarquía descrita por Maslow, también
llamada Pirámide de Maslow, nos podemos preguntar, cuáles son las necesidades
que pretende satisfacer una persona con la práctica deportiva. A pesar de la
complejidad de dar respuesta a esta pregunta, si que podríamos decir que el
deporte cubre todos los niveles de las necesidades descritas por Maslow en su
teoría. El tipo de deporte que se practica puede determinar en cierto grado
algunas de esas necesidades, pero lo que sí es innegable es que el deporte
actúa sobre la persona involucrándola en su totalidad, es decir actúa a nivel
bio-psico-social, que es una percepción del ser humano global, completa y
multidimensional.
A pesar de que Maslow en su teoría deja claro que todas las
personas son potencialmente capaces de de ir acumulando niveles e ir
satisfaciendo necesidades, el grado de madurez de cada persona será
determinante para ello. Y a pesar de que el ser humano es capaz de desarrollar
ciertas aptitudes y madurar de forma individual, el entorno, condiciona el
grado de maduración, ya sea promoviéndolo o limitándolo. Por ello, lograr un
entorno deportivo que aumente y promueva la madurez personal del deportista, es
un aspecto a tener en cuenta a la hora de diseñar los planes de entreno para
lograr progresivamente las metas que se haya propuesto el deportista.
Las metas del deportista también es un aspecto motivador
para el deportista, es un tema muy importante que trataremos en artículos
posteriores. Como adelanto, quedarnos con que unas metas estimulantes y
motivadoras deben ser lo suficientemente estimulantes, retadoras y
dificultosas, pero que la probabilidad de realizarlas y obtenerlas sea más alta
que la probabilidad de fracaso.
La motivación, el deseo, las ganas de realizar una conducta
para lograr un fin depende del valor o interés que la persona deposita en ese
fin junto con la estimación de la probabilidad de conseguir dicho fin.
Otras teorías sobre la motivación
En la línea de cálculo de probabilidades de éxito/fracaso es
donde Heckhausen(1974) que va un paso más allá que Maslow cuando divide las
necesidades en primarias y secundarias, y estas últimas, están fuertemente
vinculadas a procesos de aprendizaje en el área de lo social.
Siguiendo esta línea social, el autor nos dice que “la forma
como se comportan las personas en una situación dada depende, en gran parte, de
las especiales condiciones estimulantes de esta situación.”.
Son las probabilidades percibidas de los posibles resultados
de unas actuaciones las que determinan que se actúe en una dirección o en otra,
que puede ser de dos tipos, elegir las acciones que aseguren unos resultados
positivos y deseados o las que auguren los resultados menos negativos posibles
y no deseados.
Ante esto, surge una nueva cuestión:¿por qué ante una misma
situación obtenemos diferentes conductas de diferentes personas? En esto, las
diferencias individuales no son casuales. Para aclarar el tema de estas
diferencias individuales utilizamos un concepto denominado motivo, con función
aclaratoria.
El concepto de motivo daría respuesta a por qué se diferencian
unas personas de otras respecto a las expectativas de de éxito o de fracaso en
las empresas que inician. El motivo no es algo concreto y delimitado, único
para cada situación, más bien es un concepto generalizado, unas disposiciones
valorativas básicas de las situaciones habituales que cubren la necesidad
humana de mantener una línea de existencia que de sentido a su vida, que
conforme la historia de vida de forma continua y congruente. Estas situaciones
habituales se repiten con mucha frecuencia durante la vida de una persona,
instaurando unos motivos, unos deseos que aparecen de forma repetitiva y
recurrente. El motivo impregna la totalidad de la esencia humana, es aquello
por lo que hacemos las cosas, el eje central de nuestra vida. El motivo se va
configurando en contacto con diferentes situaciones habituales, posibilitando
la autoregulación de una acción supeditada a un objetivo. Los motivos, por lo
tanto, no son innatos como sería un impulso, sino que va creciendo,
conformándose a lo largo del tiempo y por el contacto con dichas situaciones
básicas y habituales. Los motivos son disposiciones aprendidas y por su nivel
cognitivo, con supremacía sobre los impulsos biológicos. Como ya expliqué más
arriba, a pesar de tener hambre, sed o sueño, tengo un motivo para no comer, no
beber o no dormir.
Así, y tal como nos confirma Heckhausen (l995) “…los motivos
por lo tanto, son diferencias perdurables entre individuos que van surgiendo
durante el crecimiento de la persona durante una determinadas situaciones. Al
contrario de lo que es la motivación, que depende más de la situación y de un
acontecimiento a corto plazo de tiempo”.
Así que ya tenemos dos aspectos muy importantes tener en
cuenta, primero que la motivación como tal es más situacional y limitada en el
tiempo y segundo, el motivo es una disposición a actuar de determinada manera
de forma constante y similar a lo largo del tiempo (Thomas, 1998). Por lo
tanto, debemos diferenciar cuando estamos motivando y cuando dando motivos,
cuando pretendemos un efecto corto pero intenso y cuando buscamos un efecto a
más medio-largo plazo. Y no solo eso, sino lo que considero muchísimo más
importante: esos motivos, esas disposiciones se pueden enseñar y se pueden
aprender.
La motivación en el deporte
Desde una perspectiva multidisciplinaria (bio-psico-social)
K. Feige(1976) realizo una serie de investigaciones vinculadas a la motivación
en los deportes de la que extrajo unas conclusiones que reafirma la hipótesis
anteriormente mencionada sobre qué necesidades pretende satisfacer una persona
con la práctica del deporte. El autor, descubrió que el deporte cubre
necesidades a nivel biológico y fisiológico, a nivel psicológico dentro de la
esfera emocional y afectiva, es un reforzador a nivel intelectual y un motivo
reorientando la conducta a la escala de valores del deportista.
Uno de los aspectos más relevantes del estudio de Fiege fue
el hecho de que la evolución de la motivación para el deporte corre en paralelo
con el desarrollo bio-psico-social de la persona. Evidentemente, los diferentes
aspectos se relacionan entre ellos, reforzándose y retroalimentándose, aunque
en función de la etapa vital, uno puede ejercer mayor influencia que los otros.
Por ejemplo, durante la infancia, tiene más preponderancia el aspecto biológico
y según va creciendo la persona, el aspecto psicológico, cognitivo y social va
aumentando su influencia sobre el biológico. Eso, por ejemplo, explica que dos
hermanos gemelos idénticos al 100% genéticamente, puedan ser diferentes en
algunos aspectos.
En palabras de Feige: “La dominancia original de las
actividades motrices cede con el desarrollo, por el desplazamiento de los
impulsos hacia campos de experimentación y de acción, de forma que el
fundamento instintivo para la actividad deportiva será siempre más débil, por
eso, solo podrá asegurarse una motivación efectiva para el movimiento corporal
mediante unos conocimientos racionales”
Ese aspecto cognitivo y racional que remarca el investigador
es el que hace que la fuerza motivadora depende en gran medida del valor
personal que el deportista dé a el logro de los objetivos deportivos. Es el
peso de la representación valorativa, el peso de la subjetividad, de la
psicología. Por ello, y para acabar, reconoce la importancia de realizar
perfile psicodeportológicos, para detectar la fuerza y dirección de esa
representación valorativa.
Motivación para estimular el rendimiento
Muchas veces, consideramos que el rendimiento obtenido
durante la preparación de un encuentro deportivo no es suficiente. Si
pretendemos estimular ese rendimiento, tenemos un conjunto de pasos a seguir
que incrementará la probabilidad de que se dé el rendimiento deseado.
Aspectos como tener presente que durante una actuación
deportiva, puede darse tanto el fracaso como el éxito. La actividad a realizar
debe poderse diferenciar o dividir en diferentes grados de dificultad e ir
superando dichos grados progresivamente.
Necesitaremos un punto de partida, una referencia que nos
permita validar y valorar todos los resultados obtenidos al poder compararlos
con ese valor.
Algunas personas se motivan para obtener bajos rendimientos
sin saberlo en concordancia con su personalidad. Pero, cuando fijamos unas
metas ajustadas a las posibilidades reales de una persona, el rendimiento
obtenido es superior, con mayor duración en el tiempo y de mejor calidad.
“La fijación de metas desafiantes y posibles, permite que el
rendimiento se manifieste en forma amplia y sobre la base del suficiente y
adecuado nivel de expectativas”.(Thomas,1998)
La motivación conlleva una importante carga intrínseca,
interna y propia de la persona, por lo tanto no es algo que se pueda imponer
fácilmente desde fuera, como si fuera un estímulo interno que obliga a la
persona a buscar y encontrar la forma de satisfacerlo.
El deporte, como conducta humana que es, tienen una función
utilitarista (mejora de salud, mejora de aspecto físico, obtención de
beneficios o prestigio…). Cuando analizamos conductas humanas, es fácilmente
reconocible, al hombre como un ser en constante búsqueda de respuestas a las
preguntas que nos hacemos constantemente, búsqueda de sentido a la vida,
buscando la forma de cumplir unos objetivos, de lograr unas metas. La forma en cómo
se cumpla con estos proyectos, estará en relación directa con las motivaciones
que posea y que determinarán las conductas más adecuadas para lograr su meta.
Es importante la diferencia entre motivación e impulso ya
que el impulso sería la base de la motivación. El impulso puede tener muchos
orígenes diversos, puede ser biológico como la sed o el hambre pero la
motivación será siempre de naturaleza psicológica, es decir, puramente
cognitiva, un pensamiento, una creencia, una idea al respecto de algo. El
impulso nos estimula, nos induce a cubrir esa necesidad, pero yo, como ser
pensante y con voluntad soy el que decido si como o bebo y si tengo motivos
para ello o no.
Como la motivación tiene una naturaleza psicológica, ha de
ser a través del convencimiento para que la persona se mueva en la dirección
deseada. Un método muy habitual y útil para ello, es generar una creencia en la
persona que le haga creer que necesita imperiosamente algo para ser feliz,
sentirse bien u obtener reconocimiento social. Si yo no creo tener una
necesidad sin cubrir, no tendré motivación para intentar cubrirla.
Por lo tanto, creemos una necesidad y aparecerá a
motivación.
Finalmente, recordar que la óptica bio-psico-social de la
estructura de una persona la hemos de tener muy en cuenta ya que cada uno de
esas característica afecta a las otras, pero sin olvidar que la intensidad de
esa influencia no es igual para todos y cada uno de los componentes. La
supremacía del aspecto psicológico prima sobre el biológico (tengo hambre pero
decido no comer) y también prima sobre el social (aunque nadie me apoye,
seguiré adelante porque creo en mi proyecto).
“Después de todo la vida misma, nos enseña que su esencia
consiste, también, en competir contra su propio límite”. J.G. Garzarelli
Motivación en lesiones
La lesión es un proceso por el que todo deportista, en un
momento o en otro, debemos afrontar a lo largo de nuestra carrera deportiva.
Suele verse como un período de tiempo de pérdida, donde el deportista no puede
entrenarse, y esto no es cierto.
Existe un trabajo psicológico que se debe realizar a lo
largo del proceso de lesión. El dolor no es solo físico, también es psíquico,
pero cómo afrontemos la lesión, sobre todo en estos primeros compases, será un
factor determinante en nuestra recuperación.
Recomendaciones para afrontar estas primeras semanas:
Asumir la lesión y descargar emociones. Ha pasado, y ya no
está en nuestra mano volver atrás. No rumiemos sobre “qué hubiera pasado si…”,
ha pasado y es el momento de centrarnos en volver más fuertes. Quizás nos
apetezca liberar tensiones, por lo que no debemos poner límites para expresar
nuestros sentimientos y descargarnos mentalmente.
Busquemos el apoyo social. Podemos apoyarnos en la familia,
en los amigos y los compañeros, así como en el cuerpo técnico y en nuestro
entrenador personal, ellos serán un sostén emocional muy importante. Tratemos de
pasar tiempo con ellos, ahora podremos realizar actividades que antes las
largas jornadas de entrenamiento no nos dejaban y hemos de mantener la mente
activa, sin centrar la atención todo el tiempo en la lesión.
Establecer un plan de recuperación: Lo primero será
establecer comunicación con los servicios médicos, que nos informen sobre la
lesión y establecer un plan de rehabilitación. Aquí deberemos establecer unos
objetivos con ellos, a corto, medio y largo plazo, donde no debemos llevarnos
por los impulsos. Deben ser realistas y con cierto nivel de desafío, busquemos
de nuevo ilusionarnos sin querer correr antes de andar.
Comprometernos con el proceso. Es importante que nos
comprometamos al cien por cien con este proceso, y tras redactar una serie de
tareas y objetivos con el servicio médico y nuestro entrenador/recuperador no
caigamos en la desidia, por lo que lo realizaremos diariamente, sea cual sea nuestro
ánimo. Ser constantes y comprometidos es un factor diferencial en la
recuperación de lesiones.
Mantener una mentalidad positiva. Está comprobado, durante
el periodo de lesión conjugar de forma óptima la mezcla entre un estado mental
y una predisposición positiva, evitando pensamientos derrotistas, en un número
elevado de casos, disminuye el tiempo de inactividad.
Y lo más importante, recordemos que nuestro
recuperador está a nuestra disposición y va a ayudarnos en este proceso. No
tengamos miedo porque trabajará de nuestra mano.